Celacanto, un pez que convivió con dinosaurios y que se descubrió hace menos de 100 años

Celacanto, un pez que convivió con dinosaurios y que se descubrió hace menos de 100 años

Escrito por: Javi    19 julio 2018     4 minutos

El celacanto es un pez de la época de los dinosaurios, capaz de evolucionar y que también es denominado fósil viviente, por su existencia a lo largo de los años

Latimeria chalumnae, especie de pez más conocida con el nombre vulgar de celacanto, es hoy tal vez una de las más famosas del mundo. Fue descubierta en los años 30 del siglo pasado, por Marjorie Courtenay-Latimer. Debe su nombre, Latimeria chalumnae Smith, a su descubridora (Latimer), al río Chalumna en la provincia de El Cabo, en Sudáfrica -cerca de cuyo estuario se efectuó la primera captura-, y a J. L. B. Smith, que fue el primero en describirla y quien eligió su denominación científica.

El celacanto puede alcanzar una longitud de 180 cm. y 95 kg. de peso; su coloración varía entre diversas tonalidades del azul metálico, con manchas blanquecinas o rosadas. En la tórrida jornada del 22 de diciembre de 1938, poco antes del alba, el pesquero Nerine, al mando del capitán Hendrik Goosen, salió a realizar su habitual pesca de arrastre sobre el fondo del fangoso océano Índico, en las proximidades del estuario del río Chalumna.

El barco disponía de una traína que alcanzaba unos 70 m de profundidad. De regreso en el puerto de East London, todas las capturas del día quedaron expuestas sobre la cubierta del barco, bajo los rayos del sol. El pez singular, que formaba parte de la pesca de aquella jornada, podía verse allí junto a diversas especies de tiburones, macrúridos y escorpénidos. Los pescadores decían que el extraño pez, de 1,5 metros de longitud era un «lagarto de mar», porque por su aspecto se parecía más a un reptil con patas que a un pez con aletas. El capitán del barco lo apartó para enseñárselo a la doctora Courtenay-Latimer, conservadora del museo de East London.

Cuando subí a la cubierta del Nerine, vi un montón de tiburones pequeños, raya sy estrellas del mar. Al viejo que me acompañaba le comenté «No creo que haya nada interesante…». Pero cuando me disponía a bajar del pesquero, vi una aleta azul, y después de separar a los otros peces, surgió ante mis ojos el pez más bonito que hubiese visto en mi vida. Medía alrededor de un metro y medio y era de color malva pálido, ligeramente azulado, con manchas plateadas iridiscentes. «¿Qué es esto?», le pregunté al viejo. «Ya ves», me respondió; «este monstruo ha tratado de morderle los dedos al capitán mientras lo examinaba en la traína. Lo sacaron junto con una tonelada y media de otros peces, con los tiburones que ves por allí y todo el resto». «Ah, pues me lo llevo directamente al museo», fue mi respuesta.

De inmediato, Latimer escribió a J.L.B. Smith, ictiólogo especialista en peces surafricanos, para preguntarle su opinión. Nada más ver el dibujo, Smith comprendió la importancia del descubrimiento y arriesgó la hipótesis, que finalmente resultó ser correcta, de que se trataba de un celacanto. En tal caso, tenía que pertenecer al orden presuntamente extinguido de los celacantinos y a la subclase de los crosopterigios; peces que vivieron durante el Devónico, hace 300 millones de años.

En efecto, se creía que todo el orden había desaparecido hacía millones de años y que los últimos celacantos se habían extinguido junto con los dinosaurios. Ningún científico había visto nunca un celacanto vivo. Así pues, el 22 de diciembre de 1938 fue un día memorable para la ciencia y el inicio de una serie de investigaciones que arrojaron algo de luz sobre la intricada historia de la evolución. Posteriormente se pescaron otros ejemplares junto a las costas de las islas Comores.

El celacanto, un fósil viviente capaz de evolucionar

Los celacantos tienen ciertas estructuras esqueléticas y algunas características biólogicas completamente diferentes de las de los peces que conocemos. Las aletas delanteras están dotadas de un eje esquelético sobre el cual se insertan los radios de sostén y que está provisto de una articulación en los huesos del cráneo, que le permite abrir ampliamente la boca al tiempo que aumenta la fuerza de sus mandíbulas.

Los anfibios no derivan de los celacantos por no existir comunicación entre orificios nasales y bocaProducen grandes huevas que son fecundadas en el interior del cuerpo de la hembra y que se desarrollan en el oviducto. Esto puede documentarse a raíz del descubrimiento de un ejemplar hembra, que alberga en su interior cinco pequeñas crías de 30-33 centímetros. El período de gestación ronda los 13 meses. También su sistema de regulación de temperatura es peculiar.

Asímismo, cuentan con una alta concentración de urea en la sangre, de modo que pueden mantener el equilibrio osmótico con el medio circundante (el agua marina). Tal peculiaridad les aproxima más a los seláceos y a razas similares que a los anfibios, pero esta hipótesis no invalida necesariamente la posibilidad de que los anfibios deriven de los celacantos. Lo que sí demuestra que los anfibios no derivan de los celacantos es el hecho de que no son coanados, es decir, que no hay existencia de comunicación entre orificios nasales y la cavidad bucofaríngea, coincidencia que sí se da entre anfibios y dipnoos.

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