Los animales también se quieren (Parte 4)

Los animales también se quieren (Parte 4)

Escrito por: Leticia    16 septiembre 2009     2 minutos

Hay machos que también les realizan obsequios a las hembras elegidas. Se trata, en realidad de una astucia del macho para aplacar la agresividad de su amada. El martín pescador conquista a su amada con un pescado exquisito, el pelicano sorprende a su novia con una piedra. En algunas clases de arañas, el pequeño macho le da a su prometida (mucho más grande y peligrosa que él) un insecto cuidadosamente preparado. Mientras las hembra está ocupada en desenvolverá su regalo de compromiso el macho aprovecha para fecundarla.

Las arañas que no se alimentan de animales realmente no necesitan regalo, y con ellas la integridad del macho no correría peligro. Pero aun así, los novios se presentan siempre con el paquetito, quizá para hacer honor a la tradición de la especie.

En muchos animales invertebrados (moscas, cangrejos, pulpos) y en prácticamente todos los vertebrados, la seducción exige que los machos auténticos esfuerzos de imaginación: cantos, plumajes, adornos, olores, posturas inverosímiles. Todo un ritual de seducción a desplegar durante el período de celo. Con el común denominador de que siempre es el macho quien solicita los favores de la hembra hasta conseguir que ésta acepte sus requiebros.

En algunas especies –los anfibios, por ejemplo- la conquista resulta más fácil: el cortejo se basa en un croar especial del macho que invita a la rana a la cópula. Si ella, con un canto recíproco, le da a entender que está dispuesta el noviazgo tendrá posibilidad.

Todas las actividades que componen la ceremonia nupcial y el apareamiento están reguladas por los genes. Bailes y posturas, vestimentas llamativas y perfumes exóticos… armas todas que la naturaleza ha inventado para llamar la atención. Pero estos rituales románticos no siempre consiguen su objetivo. A veces, el compañero elegido le sobre adrenalina antes de poder dedicarse al amor. Y si no tiene ningún rival a mano, se peleará con su pareja. En definitiva, la agresividad no es más que una forma de miedo, miedo a ser aniquilado por el otro.

El pánico que impulsa a huir a un animal desaparece cuando se siente acorralado, y da paso a una rabia tremenda que le hace atacar a su perseguidor, aunque éste sea muy superior en fuerza y tamaño
Es sorprendente comprobar hasta qué punto la forma de vida de las diferentes especies depende del grado de agresividad de sus miembros, si machos y hembras son pacíficos, formaran colonias; si sólo es agresivo el macho, harenes; si ambos lo son, su convivencia se desarrollará por los cauces de la pareja, formando uniones monogámicas.

Fuente | Revista Muy Interesante