El interior de los mares (II)

El interior de los mares (II)

Escrito por: Leticia    19 noviembre 2009     2 minutos

Cuando la ballena abre su boca desmesuradamente pasan algunos miles de litros de agua a través de las barbas que penden de su maxilar superior. Y toda esta agua contiene plancton, crustáceos y pececillos muy apreciados por la ballena, quien inmediatamente arroja toda el agua al mar –ya que no bebe agua salada-.

Este alimento pasa luego por la garganta, tan estrecha que no permite el paso de peces mayores que el arenque, pero esto no es obstáculo para que el monstruo trague por o menos una tonelada de alimentos en cada comida.

Las ballenas, tal como las conocemos nosotros viven en los mares desde hace unos 25 millones de años. Con anterioridad y durante un espacio de tiempo todavía más largo, sus antepasados corrían sobre la tierra firme. Se adaptaron a la vida marina sin duda en una época en que un cambio de clima significaba para ellas una disminución de su alimento. Los otros mamíferos marinos, como los delfines, las focas y las morsas, tuvieron también antepasados terrestres.

Las ballenas no son peces. Sus aletas pectorales son patas, que todavía terminan en cinco dedos envueltos en una membrana exterior y que únicamente le sirven al animal para su dirección o para evitar que gire sobre sí mismo. Sus patas posteriores quedan reducidas a un hueso único de unos 25 centímetros de largo, encerrado en el cuerpo e independiente de la columna vertebral. Para avanzar usa su larga cola, que movida por sus poderosos músculos la empuja a manera de espadilla atada tras una canoa.

Las ballenas no le temen al agua fría, pues su cuerpo está revestido de una enorme capa de grasa, que puede llegar hasta los 30 centímetros de espesor. Esta grasa le presta otros importantes servicios al animal. Es ella, por ejemplo, la que le permite flotar. Si con la ayuda de su cola se sumerge la ballena –y puede alcanzar una profundidad de cerca de mil metros- también interviene la grasa formando con su pared elástica una protección eficaz contra la presión del agua, que a estos niveles es aproximadamente cien veces suprior a la de las aguas superficiales.

Fuente | Maravilla de la Naturaleza

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