Derribando árboles (los castores)

Derribando árboles (los castores)

Escrito por: Leticia    14 diciembre 2009     2 minutos

Para trabajar como un autentico leñador, el castor es un animal muy pequeño. Los mayores representantes de esta especie sólo alcanzan los 90 cm de margo y 40 cm de alto. Su peso no llega a los 30 kilos. Y sin embargo, un castor tiene la capacidad de roer un tronco en un tiempo extraordinariamente corto. Él se enfrenta con árboles de todos los tamaños, aunque midan más de 30 metros de altura y 1.75 metros de diámetro en la base (dimensiones estas del mayor tronco que se ha visto abatido por los castores).

Para derribar un árbol, el animal se pone de pie sobre sus patas posteriores ampliamente separadas, y entonces su poderosa cola le sirve de punto de apoyo. Con las uñas curvar y agudas de sus patas posteriores devasta la corteza. E inmediatamente ataca el tronco con sus dientes. Con los de arriba la toma de la madera, mientras que con los de abajo practica una profunda incisión de 10 cm más abajo, arrancando del tronco gruesas virutas.

El castor parece que no controla la dirección hacia donde se abatirá el tronco atacado, mas la mayor parte de los terrenos donde crecen los árboles codiciados están en declive hacia el agua, lo que favorece su caída en esta dirección, la más propicia a los designios del animal. No obstante, pueden producirse accidentes, y no ha faltado el caso en que el castor haya muerto aplastado por la caída que él ha provocado, pero esto es muy raro.

Cuando el castor oye crujir el tronco, se detiene, mira y escucha. Si no se mueve nada, continua su trabajo. Cuando el árbol oscila de verdad, el animal se queda inmóvil y espera a ver de qué lado caerá. Únicamente huye en el momento en que resuena el grito del árbol al desgajarse, cayendo con gran ruido de ramas quebradas. Y en este preciso momento, todos los castores de las cercanías, salen espantados por este ruido y se zambullen en el agua.

Pasan unos minutos, luego emergen los hocicos. Las bestias escuchan inquietas. Y vuelven a salir.

Fuente | Revista Genios