La migale y la avispa

La migale y la avispa

Escrito por: Leticia    30 octubre 2009     3 minutos

La pequeña larva que hace eclosión del huevo de una cierta avispa del desierto, tiene hambre desde el momento en que nace, y precisamente se alimenta de la carne fresca de una migale. Pero la migale es un gran monstruo peludo, portador de mortales colmillos venenosos. ¿Y cómo hacer para conservar fresca esta carne durante diez días, a pesar del calor que reina en estas regiones? La pequeña larva si no se alimenta morirá.

Este es el problema que ha resolver la avispa madre. Pero ella conoce la solución y antes de poner el huevo sale de caza.

El hotel particular de la migale es una caverna de unos 3 centímetros de ancha y 30 centímetros de profundidad, forradas de seda para evitar el desmoronamiento de las paredes y facilitar el acceso al techo. Allí donde esta araña pasa lo mejor de su tiempo, con sus ojos brillando en la oscuridad. O bien se tiende a la salida de su antro, inmóvil sobre el parapeto que lo corona, en espera de que pase su presa. Sin abandonar su observatorio, de unos 12 centímetros de alto, la migale atrapará al transeúnte con un golpe de sus patas.

La avispa no puede atacar a la araña si no es aquí, al aire libre, y su aguijón debe alcanzarla justamente en el lugar preciso e inyectarle la cantidad exacta de veneno que la dejará paralítica sin matarla: sistema que permite conservar fresca la carne de la migale hasta que la larva de la avispa haga eclosión. El lugar preciso donde debe picar es a través del tórax velludo, el centro nervioso de la bestia. El momento favorable para lanzarse al asalto es cuando la araña se pone de pie con sus ocho patas extendidas y no replegadas bajo sí misma. Apenas adopta esta posición, la avispa carga de repente con sus antenas y sus alas palpitando.

Con sus mandíbulas apretadas, sujeta el coselete peludo de la migale, y trata de darle la vuelta. Una es que ha conseguido cabalgar sobre el monstruo, dobla su propio abdomen y desliza su extremedidad bajo el tórax de la araña, apuntando su aguijón hacia el sitio deseado. Pero la victima se defiende. También ella tiene claros sus designios: morder un punto descubierto sobre el cuello de la asaltante. Retrocede bruscamente y rechaza a la avispa. Las luchadoras se separan. La una carga de frente la otra se repliega para ponerse en guardia. La avispa salta, bate las alas, trata de dejarse caer sobre el dorso de la araña. La araña hace una finta con el vientre al aire, pero de repente vuelve a caer sobre sus patas.

Cuando termina el combate, la gran migale temblorosa está tendida sobre su dorso. La avispa se hace cargo de su victima, pero no puede arrastrar lejos esta enorme carga. Rápidamente la deja, se detiene, y se pone a cavar la arena con verdadero furor. Luego atrapa la migale por una pata, tira, empuja, se pliega y ataca de nuevo, hasta que la araña queda enterrada en el agujero.

Ahora la avispa ya no tiene más que poner un único huevo brillante, que depositará sobre el tórax de la araña. Un poco de tierra para cubrirlo todo, y ha terminado el trabajo de la madre: la joven larva encontrará el alimento al alcance de su boca desde el momento de la eclosión.

Fuente | Maravillas de la Naturaleza