Las plantas también se mueven

Las plantas también se mueven

Escrito por: Leticia    22 noviembre 2009     2 minutos

Aunque la tierra nos parezca tan compacta y tan sólida, es movible. Taladrada con grandes y pequeños agujeros a la manera de una esponja, allí se encuentra la vida en sus menores rincones. Pero la tierra es sobre todo la fuente de una vida intensa, que brota hacia fuera, al aire libre y abundante, aprovechando la menor posibilidad para desarrollarse y extenderse siempre más lejos y más arriba.

Esta vida es, desde luego, la vida vegetal. Visible a nuestros ojos, creemos conocerla, pero la idea que nos hacemos de ella se expone a ser falsa, si nos detenemos a contemplarla desde muy cerca.

Los movimientos de los vegetales son tan lentos que nuestro ojo no puede seguirlos sin cansarse y, no obstante, no son menos extraordinarios que los de los animales.

Todos nosotros sabemos que la plántula encerrada en una semilla crecerá hasta hacerse una planta semejante a la que le dio origen, y que esta nueva planta florecerá y producirá a su vez nuevas semillas, todo lo cual ya representa una bonita cantidad total de movimientos a efectuar. Pero a estos movimientos, estrictamente necesarios para desarrollarse y reproducirse, se añadirán muchos otros, los de las hojas y los tallos por ejemplo, alargándose y volviéndose siempre hacia la luz, o los de las plantas trepadoras, mucho más sorprendentes todavía.

Algunas, como la vid, por ejemplo, lanzan hacia el aire unos pequeños zarcillos que se orientan buscando un soporte y apenas lo han encontrado, se agarran por medio de unas raicillas que crecen a lo largo de los tallos, y otras se arrollan ellas mismas alrededor de un apoyo, a la manera de una serpiente que trata de aplastar y sofocar su presa. De esta última forma lo hacen las habichuelas o la madreselva, que prefieren hacerlo en sentido contrario.

Pero no es esto todo. Hay hojas, como las del trébol encarnado, que se doblan para ‘dormir’ y las mismas flores hacen demostración de una cierta libertad de acción. Muchas de ellas se cierran al atardecer para volverse a abrir cuando amanece, tales como el alcohol o la corregüela, o la margarita, mientras que otras se inclinan hacia abajo, o cierran sus pétalos para proteger su polen de la lluvia. Existe incuso un cardo de montaña que, según se dice, les ayuda a los pastores a conocer el tiempo de antemano.

Fuente | Revista Genios